La modelo y el pintor
Yo soy Cecilia Gallerani (*).
Ludovico Sforza, ha encargado mi retrato a Leonardo da Vinci. Y desde hace varios meses trabajamos en una habitación del Sforcesco (**) donde todos, incluído el Duque, tienen prohibida la entrada. Sólo el pintor y yo, que poso con uno de mis más bellos vestidos.
Luzco la frente depilada, según la usanza, y mi cabello teñido con miel, polvo de alumbre y sulfuro negro para lograr estos reflejos rojizos. He cubierto mi cabeza con una ajustada redecilla y velo entretejidos con hilos de oro. Mi piel ha sido tratada con una mezcla de plomo y arsénico para lograr la tan deseada palidez. Pero he tomado recaudo de pintarla con clara de huevo para darle un brillo saludable.
Ludovico Sforza, ha encargado mi retrato a Leonardo da Vinci. Y desde hace varios meses trabajamos en una habitación del Sforcesco (**) donde todos, incluído el Duque, tienen prohibida la entrada. Sólo el pintor y yo, que poso con uno de mis más bellos vestidos.
Luzco la frente depilada, según la usanza, y mi cabello teñido con miel, polvo de alumbre y sulfuro negro para lograr estos reflejos rojizos. He cubierto mi cabeza con una ajustada redecilla y velo entretejidos con hilos de oro. Mi piel ha sido tratada con una mezcla de plomo y arsénico para lograr la tan deseada palidez. Pero he tomado recaudo de pintarla con clara de huevo para darle un brillo saludable.
Leonardo ha querido que sostuviera en mi regazo una mascota. He elegido el armiño porque simbólicamente está ligado con la aristocracia y la pureza, siendo el emblema de mi protector. (***)
Aquí estoy yo: Ilumina mi perfil la luz que entra por la ventana.
Enfrente, da Vinci, blandiendo sus pinceles. Su obra deberá ser excepcional. Para complacer al Duque, para inmortalizarme.
Aquí estoy yo: Ilumina mi perfil la luz que entra por la ventana.
Enfrente, da Vinci, blandiendo sus pinceles. Su obra deberá ser excepcional. Para complacer al Duque, para inmortalizarme.
Notas
(*) Cecilia Gallerani, amante de Ludovico Sforza, el Moro, conoció a Leonardo Da Vinci en 1484, en Milán. La Gallerani tenía 17 años y no sólo era bella sino también culta y talentosa. Apasionada por la poesía y la música, escribía e interpretaba.
La moda, en el Renacimiento italiano, imponía una frente amplia y despejada. Para lograr este efecto depilaban totalmente las cejas y el nacimiento del cabello frontal. La piel blanca indicaba una buen nivel social en contraposición con la clase trabajadora. Para obtener esta palidez utilizaban una mezcla de plomo y arsénico. Pero la proporción de estos venenos, la mayor parte de las veces, ocasionaba graves intoxicaciones. Para evitar un aspecto enfermizo cubrían el rostro con clara de huevo.
(**) El Castillo Sforcesco era el palacio de Ludovivo Sforza, una construcción del s. XIV, quien comenzó a reconstruirlo en 1450. En la actualidad alberga una interesante colección de arte.
(***) El armiño también representa virtudes como el equilibrio y la tranquilidad. En el escudo de Ludovico Sporza estaba «L'Ermellino» o pequeño armiño. Sin embargo, estudios posteriores, coinciden que la pintura muestra un hurón blanco; animal favorito en la Edad Media por ser fácil de domesticar.
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