Cuando se habla de estilo, la primer imagen que rescato es la de Coco Chanel.
Pionera en depurar la imagen femenina, creó un estilo que aún hoy sigue siendo actual. Tuvo la audacia de viajar hacia el futuro...y tener éxito. Porque entendió como nadie las prioridades de un mundo cambiante y las convirtió en el alma de sus colecciones. Así nació ese look entre andrógino y barroco, suntuoso y despojado, atrevido e informal.
Con ella, la mujer dejó de ser un bibelot acartonado dentro de rigurosos y herméticos corsés y el movimiento -la libertad y el placer del movimiento corporal- comenzó a tener sentido. Polleras cortas, tejidos de algodón, prendas que no entorpecen el gesto. "Les he dado auténticos brazos, auténticas piernas, movimientos
sinceros y la capacidad de reír y de comer sin sentirse mal por ello",
decía Chanel.
Hoy sabemos que el lenguaje corporal ayuda al individuo a sentirse, percibirse y conocerse. Desarrolla la sensibilidad, la creatividad y la comunicación. Y la sensación de seguridad ante el medio que nos rodea.
En una época donde el cuerpo (su belleza y bienestar) se ha convertido en un ícono generacional podemos entender ampliamente la búsqueda de Coco Chanel y tildarla como una de las claves de su permanencia en el mundo de la moda.
La otra es, a mi modo de ver, esa tendencia a lo andrógino. Para nuestra sociedad occidental actual, lo andrógino es una de las características de la belleza humana. Paralelamente, la mayor parte de las singularidades divisorias del mundo femenino y del mundo masculino están desapareciendo. Los roles del hombre y la mujer se intercambian con mayor facilidad...también la ropa y el maquillaje.
Y Coco debutó presentando en sus colecciones pantalones femeninos y jerseys con rayas marineras, zapatos planos y corbatas. Confusión de los géneros y minimalismo.
De esa necesidad de evitar el exceso ella decía: "No hay nada que más envejezca a una mujer que lo que la hace rica" o "Las mujeres están siempre demasiado vestidas y nunca bastante elegantes".
Ella sabía.