jueves, 25 de noviembre de 2010

Hablando de elegancia


Es dificil explicarla.
Optando por las aproximaciones diría que:
En el ser humano no depende sólo de la elección de la ropa, el peinado o el maquillaje. Va más allá y se acerca a la sencillez y la falta de ostentación. Una divertida anécdota cuenta que George Brummel, el hombre más elegante de la corte inglesa del s XIX, se horrorizó cuando el rey alabó la elegancia de su atuendo. Y corrió a cambiarse. Podría parecer snob pero no lo es. La elegancia y el snobismo están separados por un límite claro: la autenticidad... o la falta de ella.
No se trata de tener, simplemente, buenos modales protocolares pero incluye la dignidad y la gentileza en el trato social.
Está ligada al movimiento equilibrado y natural, a la mesura y serenidad, al mantener un estilo congruente con los aspectos fundamentales de nuestra personalidad. Y esto implica una sensibilidad depurada.
No depende de cuanta información tengamos, pero sí de nuestra cultura. Hay elegancia -o no- en el lenguaje que hablamos pero también en cómo utilizamos nuestra voz, en el discurso que mantenemos, en nuestra forma de pararnos ante el mundo y de abrazar la vida.
Se la ha definido como la capacidad de la elección correcta y del darse cuenta (de hecho, elegante proviene del latin elegere -elegir-). Es, por lo tanto, libertad.(*).
Se la relaciona con la estética, no en función del juicio bello/feo sino teniendo en cuenta la armonía de la proporción. Y se convierte en atemporal.
La elegancia está en cualquier parte. En ese hombre que ata las viñas en la montaña mendocina o en el less is more de Sofia Coppola.
No importa donde y a pesar del ruido, de la necesidad de aparentar y de la angustia, de la corrupción, de la vorágine por ser más bellos, más jóvenes, más perfectos y poderosos,más...



(*) Sebastian Zoltowski: Respuesta a ¿En qué consiste la elegancia?
http://grupobunge.wordpress.com/2006/07/21/%C2%BFen-que-consiste-la-elegancia/

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