Se llama Juan Andrés
Mompó. Su oficio, diseñador de indumentaria femenina. Su
nacionalidad, español.
Para comprender su
trayectoria hay que hacer un viaje al pasado.
Allá por los 60 la moda
de la indumentaria, hasta ese momento liderada por la Haute Couture,
da paso al prët-a-porter. De la creación única y del diseño
personalizado se pasa a la fabricación en gran escala. Muchos
grandes de la moda se sumaron a esta tendencia ampliando sus mercados
y utilizando una receta de éxito seguro: Buen diseño y buena
confección industrial unidos a nombres internacionalmente
reconocidos. Ives Saint Laurent, por ejemplo. Y Paris sigue siendo la
base de operaciones de la moda de la indumentaria en tanto Haute
Couture o Prét-a-porter. Sin embargo Londres no se queda atrás con
sus jóvenes diseñadores.
Ya en los 70 y en la
misma época que Armani, Thierry Mûgler, Anne Marie Beretta y Claude
Montana, aparece Juan Andrés Mompó. Y se dedicó a crear un
pret-a-porter donde la imaginación y la originalidad fueron su
impronta.
Para él, los diseñadores
se dividen entre los que saben cortar y coser y los que engalanan. El
pertenece a esta segunda categoría. Y define a la moda como el
oficio en el que hay que saber jugar con proporciones y colores para
individualizar.
Amante de los
trajes-escultura, de materiales nuevos e insólitos y de los
complementos, boceta con rápidez lo que después será una obra de
arte para ponerse durante el día o la noche.
Crea para mujeres que,
como él, son audaces, elegantes e insolentes. Mujeres que
sorprenden aún dentro de la “democratización” de la moda.
Mujeres que no se ajustan per se a
la nueva tendencia de busto generoso, cintura fina y cadera
importante. Mujeres que, ante todo, buscan un estilo que las
represente más allá de su morfología corporal.
Y
allí está Juan Andrés Mompó para definirlas.
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