La moda invade todos los ámbitos como un mandato a ultranza. Incluido el de la poesía.
Cuando el arte pasa a ser sólo una cuestión de modas hay algo que se pierde, algo que deja de ser legítimo y veraz.
La moda es el reflejo de un contexto y por lo tanto implica un final, una frontera.
El arte, y la poesía en particular, nos conecta con un universo que expande los límites conocidos dentro de los cuales nos movemos. El arte es libertad y nos incentiva a corregir o replantear nuestra visión en la búsqueda de un horizonte más amplio que refleje la vida tal cual es: efímera y perenne, siempre unidad.
Releyendo a Baudelaire que se refiere a la modernidad como “ lo transitorio, lo fugitivo... que es la mitad del arte cuya otra mitad es lo inmutable” creo que muchas veces olvidamos este segundo componente. Lo inmutable ya no se rige por las leyes temporales: las supera. Algunos artistas llaman a esto la conexión con lo sagrado.
Si la poesía, y el arte en general, son una forma de moldear el destino temporal para dar cabida a aquello cuya esencia es inalterable, la moda sólo se remite a un papel formal.
Es cierto: el poeta es también su contexto, su época, su experiencia de vida. Pero posee el don de traspasar el paradigma e ir más allá. Su mirada nos conecta con aquello que tenemos de eterno y que compartimos con cualquier forma de vida. Cuando es así, su obra se mantiene vigente a través de los tiempos.
La moda es el reflejo de un contexto y por lo tanto implica un final, una frontera.
El arte, y la poesía en particular, nos conecta con un universo que expande los límites conocidos dentro de los cuales nos movemos. El arte es libertad y nos incentiva a corregir o replantear nuestra visión en la búsqueda de un horizonte más amplio que refleje la vida tal cual es: efímera y perenne, siempre unidad.
Releyendo a Baudelaire que se refiere a la modernidad como “ lo transitorio, lo fugitivo... que es la mitad del arte cuya otra mitad es lo inmutable” creo que muchas veces olvidamos este segundo componente. Lo inmutable ya no se rige por las leyes temporales: las supera. Algunos artistas llaman a esto la conexión con lo sagrado.
Si la poesía, y el arte en general, son una forma de moldear el destino temporal para dar cabida a aquello cuya esencia es inalterable, la moda sólo se remite a un papel formal.
Es cierto: el poeta es también su contexto, su época, su experiencia de vida. Pero posee el don de traspasar el paradigma e ir más allá. Su mirada nos conecta con aquello que tenemos de eterno y que compartimos con cualquier forma de vida. Cuando es así, su obra se mantiene vigente a través de los tiempos.
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