Solamente al nombrar la palabra postura muchos de nosotros vamos a hacer pequeños o grandes movimientos para reacomodarnos. Muchas veces no sabemos para reacomodar qué. Hay frases repetidas una y otra vez como “parate derecho” “no te encorves” que han quedado instaladas y nos las repiten o las repetimos casi sin darnos cuenta.
Primeramente ya de por sí la “indicación” es algo confusa ya que si algo tiene la columna son curvas, y tan importantes que sin ellas no podríamos mantenernos en pie por un rato largo o bien no podríamos sostener el peso del tronco y nos caeríamos con mucha facilidad.
Por lo cual esa indicación nos desorienta. Al menos si lo pensamos detenidamente aparecen varias preguntas. Derecho con respecto a qué parámetro, dónde ubicamos la cabeza, la pelvis, los pies, etc. Aunque tengamos todos esos datos que no son superfluos, no alcanzan para que podamos desde la voluntad adoptar lo que podemos llamar una buena postura.
Consideramos una postura como buena cuando podemos emplear toda la potencia que poseemos con el mínimo esfuerzo sin hacer movimientos innecesarios y cuando podemos recobrar el equilibrio con facilidad luego de haberlo perdido momentáneamente.
Pueden a veces confundirse los términos postura y posición
La postura es un concepto dinámico, tiene que ver con la acción. Debemos tener en cuenta que no nacimos para ser estables, desde que nacemos pasamos por situaciones de inestabilidad; el mismo caminar es un equilibrio inestable. Posición, en cambio, es la localización y configuración de las diversas partes del cuerpo, no implica movimiento, es un concepto estático; denota quietud. Postura se refiere más al empleo de todo el ser para lograr y mantener este o aquél cambio de posición.
¿Por qué no podemos modificar la postura desde la voluntad? Porque esa postura que tenemos actualmente no aparece así, de pronto, sino que viene “armándose” desde que nacemos, tiene que ver con nuestra historia. Desde que nos acunan, nos alzan, nos higienizan, nos miran; desde que nos aventuramos a descubrir el mundo que nos rodea rolando, reptando, gateando y finalmente cuando comenzamos a caminar, correr, saltar.
Nos podemos preguntar si nos dieron o dimos los tiempos necesarios para pasar por todas estas etapas.
Ya desde tan atrás empiezan a inscribirse en nuestros músculos crispaciones por esfuerzos para responder a aquello que no aparece como natural. Por ejemplo cuando se exige al niño que realice actos para los cuales no tiene los medios. Ej. Ponerse de pie o caminar antes de haber terminado su aprendizaje del gateo; y éste obedece, obviamente por la ganancia de afecto y aprobación.
Los motivos por los cuales seguimos sosteniendo determinadas actitudes corporales permanecen en el olvido o nunca formaron parte de nuestra conciencia. Cuando algo nos perturba, irrita, o en situaciones de riesgo aparecen en forma refleja tensiones musculares que se traducen en una respiración inadecuada, en una sensación de esfuerzo en el hacer cotidiano, aparición de dolor, o en algunos casos inmovilidad, según el compromiso muscular involucrado. La voluntad no alcanza para modificarlas ya que cuando apartamos la conciencia vuelven a aparecer; están ahí, son parte nuestra, se han transformado en hábitos.
Es a través de nuestra forma de hacer, de estar, de movernos, de respirar, que mostramos nuestra vida afectiva y emocional.
Esto lo podemos experimentar a diario; muchas veces es el cuerpo que nos “avisa” algo que nos esté pasando en el área emocional. También lo podemos observar en las reacciones de los espectadores de un partido de fútbol por ejemplo, actitudes corporales en una sala de espera de un hospital, o simplemente en una reunión de consorcio.
¿Entonces, aparece la postura como algo imposible de modificar?
Si bien sabemos que es la maduración y la liberación del afecto asociado a cada acción que representará una diferencia real en la forma de obrar, se intenta cambiar actitudes y liberar nuestros móviles de los obstáculos que nos estorban. Desde el área de lo corporal a través de métodos que llevan a que conozcamos más nuestro cuerpo y sus funciones motrices ¿De qué manera? Reconociendo aquellos esfuerzos musculares que como consecuencia del hábito están ocultos a nuestra conciencia. Liberando a los músculos de la tarea que en realidad tiene que cumplir el esqueleto, ya que muchas veces los utilizamos para sostenernos y de esa manera malgastamos energía impidiéndoles cumplir su principal función que es la del movimiento.
Creando a través de ejercicios, nuevos patrones de movimiento que quedan como información en la corteza cerebral, se va generando un nuevo “vocabulario” mucho más vasto que facilita la posibilidad de utilizar distintas opciones para una misma acción.
Al romper estereotipias se encuentran nuevas maneras de hacer y esto trae además como consecuencia otra relación con el entorno más plástico y flexible.
La postura ideal no existe en la realidad ya que no somos emocionalmente estables ni tenemos un cerebro perfecto, somos humanos con todo lo que ello significa.
Lo esperable es lograr la ausencia de tensiones musculares crónicas que restrinjan los sentimientos y los movimientos y poder contar con todas las opciones para elegir nuestra manera de accionar con mayor libertad.
Marisa Fiordalisi
Autores consultados.
Moshe Feldenkrais. Alexander Lowen
Selye Hans – Jean Le Boulch
Publicado en el diario El Dia, La Plata