lunes, 1 de octubre de 2007

Los falsos pobres y la moda basura




Desde diseñadores de indumentaria hasta jóvenes de cualquier lugar del mundo lo llevan como un estandarte.
Es que el trash-glam (trash: basura) se ha convertido en un estilo. Vaqueros desgastados, agujeros expresamente diseñados, terminaciones de telas rasgadas.
Son los falsos pobres que se imponen creando tendencia. Aunque lo hagan dentro de exitosas profesiones, conduciendo un Audi, comiendo sushi o esquiando en Klosters.

Para algunos, este fenómeno corresponde a que la moda ha dejado de ser el reducto de una clase social determinada. El nivel de salario por persona es cada vez más alto (por lo menos en el primer mundo) y la globalización ha hecho posible el acceso a formas de vida que antes sólo se encuadraba en una muy pequeña minoría.
Esto no lo termina de definir. Lo cierto es que el término (trash-glam) reinvindica un no sé qué contestatario que ha sido asimilado por el sistema. Aparece en música unido al rock y al pop y se extiende a diferentes signos de la cultura.
Hoy, parecer pobre es lo máximo. Las marcas lo han entendido muy bien y lo lanzan como tendencia. Basta mirar las vidrieras de indumentaria o estar al tanto de las pasarelas. O caer en un restaurante recién inaugurado ya sea en Nueva York, París o Buenos Aires.
Hace ya bastante que una francesa asombrara al mundo vistiendo de jersey a las mujeres y dejando de lado brocatos y plumas. El estilo Chanel perduró a través del tiempo. En su momento impactó, no sólo por revolucionar el mundo de la moda y sus canones establecidos sino por encuadrar la estética femenina en lo que se llamó (para ese entonces) le stile pauvre gent. Pero Chanel siempre fue un lujo y mucho, mucho glamour.

Hoy, si la pobreza está de moda la basura también.
En México, se reciclan bolsas de plástico, envoltorios de papas fritas y galletas para crear monederos, bolsos y cinturones que se venden a más de doscientos dólares en Nueva York y Tokio. La India sigue el mismo camino. Moda basura en su sentido más literal; pero ecológica y quizás, bella.
Es que el sistema de mercado produce para generar residuos y crea negocios para recolectarlos y darles tratamientos diferentes. Cuando lo logra y los desechos son negociables, dejan de ser basura. La fórmula del éxito? Desechos más creatividad es igual a dinero.

Con este panorama me viene a la mente la frase de Fernando Savater: “Mi sueño es el de Picasso. Tener mucho dinero para vivir tranquilo como los pobres”.

Toda fotografía pasada fue mejor

Con la popularización de la fotografía digital, la posibilidad de producir imágenes está al alcance de todo el mundo. No obstante, ha mejorado la calidad de la fotografía? La respuesta es no. Por ejemplo, la fotografía social es ahora notablemente peor que aquellos retratos que se hacían durante la primera mitad del siglo XX. Cualquier viejo álbum familiar suele tener mejores fotografías que las que podemos ver ahora mismo en los escaparates de las tiendas de fotografía social. La iluminación, el retoque artesanal, el coloreado a mano con productos químicos de compleja manipulación son recursos que se han perdido, junto con los finos artesanos que los practicaban.

Lenguaje
Sin embargo, casi todo el mundo que hace fotografía tiene unas cuantas imágenes buenas. Pero eso no hace buenos fotógrafos. En tanto lenguaje, la calidad de la fotografía depende de la capacidad de narrar cosas interesantes. Todos usamos palabras para comunicarnos, para expresarnos, pero escritores buenos hay pocos.

Arte joven
La fotografía es un arte joven: en realidad, esa disciplina no tiene todavía 200 años de existencia. Este argumento es utilizado con frecuencia para explicar que es prematuro tratar de establecer géneros. Lo que es seguro, es que la demanda interna de producir imágenes surge de la necesidad de transmitir, visualmente, una cierta información.

Virtudes y defectos
“Esta cámara saca fotos muy buenas” ¿Quien no ha escuchado esa frase? La técnica está habitualmente sacralizada. En el imaginario popular, cuanto más compleja sea la cámara que utilizamos, mayores garantías tendremos de obtener buenas fotografías. Se de conocidos fotógrafos de moda, que compran baratas cámaras desechables para realizar su trabajo porque hay profesionales que hacen virtud de los defectos. Una de la máquinas fotográficas analógicas más populares del mundo es rusa: Lomo. Su mecánica es sencillamente mala, su construcción tosca, su lente produce una aberración de color y cuesta unos 150 dólares. Todo buen fotógrafo tiene una. Yo mismo he vendido fotos de Nueva York a una publicación obtenidas con una Lomo.

Jorge García, octubre 2006
Fotógrafo y periodista


Pie de foto: Fotografía obtenida con cámara Lomo y retocada digitalmente

El irreverente mundo de Jean Paul Gaultier: entre la magia y la polémica


Jean-Paul Gaultier el irreverente, el fetichista, el que rompió los canones establecidos de la moda dándoles un toque surrealista. El que, desde su debut allá por los 70, nunca dejó de asombrar. Porque Gaultier no se priva, nunca lo hizo, de crear a partir de su fantasía. Kitsch o futurista, inspirado en los marineros de los años 40 o en escenarios ciudadanos, maneja la dualidad de lo mágico y lo agresivo. Basta recordar el bustier con forma de cono que diseñó para Madonna en “Blond Ambition”. O la utilización de la lencería aggiornada como uso externo.

Se lo acusa de que su ropa no es fácil de usar. Y es verdad. Pero justamente fue este estilo teatral lo que le permitió adentrarse en el mundo cinematográfico y en el de la danza. Su firma aparece en el vestuario de “Kika” de Almodovar o en “ La ciudad de los niños perdidos” de Jean Pierre Jeunet. Y ha deslumbrado con el vestuario de más de dieciocho ballets de la coreógrafa Regine Chopinot. Siempre polémico, se ha permitido diseñar y mostrar en la pasarela, un vestido al que llamó “delgadez extrema” imitando la caja toráxica con bandas de seda. En esta temporada impactó con la imagen opuesta: una modelo, ni tan joven, ni delgada, ni perfecta, desfilando vestida en muselina negra. Una manera de intensificar el debate sobre el síndrome anorexico en las pasarelas? Quizás. En sus últimas colecciones, el diseñador se divierte con una imagen femenina enfundada en satinados shorts de boxeador y medias de red. Mujeres empinadas en zapatillas deportivas de taco alto y coronadas por bandas de toallas sujetando el pelo. Junto al despliegue de lo anti-convencional y para festejar sus 30 años en la moda, Gaultier celebró desbordando fantasía. Eligió el mítico Olympia para su fiesta e imaginó una noche mágica. Para ello, convocó a brillantes profesionales de la moda y los convirtió... en magos! Él mismo hizo levitar a Virginie Mouzat de Le Figaro. Hamish Bowles cerró una caja con Grace Coddington adentro (la directora creativa de Vogue) y la volvió a abrir para sacar de ella a la modelo Lily Cole. Número tras número, la moda y la magia convivieron. Pero Gaultier no es sólo un predigistador que saca permanentemente de la galera nuevas formas de impactar. Contestatario o irónico, algunos de sus diseños se acercan a las obras de arte. Es, en definitiva, un verdadero creador. Nos guste o no.

Perfeccionismo

Anónimo escribió: " El perfeccionismo se ha convertido de un tiempo a esta parte en una forma de vida dentro de las grandes ciudades europeas, pero nos olvidamos que aunque es correcto esforzarnos para conseguir nuestras metas, nunca vamos a conseguir hacerlo todo perfecto, ni tener el control de todo cuanto ocurre a nuestro alrededor, ni podemos conseguir todas nuestras metas."

En el ámbito del trabajo, especialmente, estamos viendo cada día cómo nos aprietan más las tuercas intentando conseguir la mayor productividad a la mayor rapidez posible. Si puedes llegar hasta 10 es porque puedes llegar hasta 11 y si puedes llegar a 11 puedes llegar a 13, el caso es que hagamos lo que hagamos siempre se puede esperar más de nosotros, pero...¿hasta qué punto?, ¿cuál es el límite de la exigencia laboral?, y lo que es peor ¿cuál es el límite de la exigencia personal?.

Hoy en día nos ocupamos mucho de hacer las cosas bien, pero nos olvidamos de premiarnos, de sentirnos orgullosos por un trabajo bien hecho porque lo justificamos diciendo: "Es lo que teníamos que hacer". En cambio, cuando no podemos hacer las cosas tan bien como nos gustaría o cuando cometemos el más mínimo error en la realización de nuestras tareas, no tenemos ningún reparo en criticarnos, censurarnos, insultarnos y castigarnos por algo que no nos damos cuenta que simplemente es algo humano.
Salir de ese círculo en determinados ambientes es complicado, ya que nuestro jefe nunca nos felicita cuando hacemos bien lo que se supone debemos hacer, pero es el primero en echarnos la bronca cuando fallamos. Pero lo importante en este sentido sería no llevar esto a todos los aspectos de la vida, a nuestra vida personal, a nuestra propia autoestima, porque es entonces cuando podemos caer en un problema realmente serio.
Muchos de los problemas psicológicos de nuestra sociedad se originan y se mantienen por este tipo de ideas exigentes y perfeccionistas; y aunque no supongan un problema en nosotros mismos, en ocasiones lo transmitimos a nuestros hijos, haciéndoles daño sin pretenderlo.
La anorexia es una búsqueda de perfección a través del cuerpo y el aspecto físico, y una búsqueda de control a través del control en la comida.
El trastorno obsesivo-compulsivo no es más que una manifestación de perfección en cuanto a las pequeñas cosas de la vida: limpieza, orden, pensamientos o salud corporal. Cuanto más intento tener todo perfecto y ordenado más caótico veo el mundo a mi alrededor.
La depresión no es más que una pérdida de control en un momento determinado donde me siento incapaz de conseguir mis propias metas, al haber fallado en obtener todo lo que me propongo. Pero no conseguir todo lo que quiero no significa no poder conseguir gran parte de mis objetivos. Si me limito a una idea de todo o nada siempre me quedaré con el nada.
La ansiedad o el estrés es una manifestación fisiológica consecuencia de una tensión acumulada por un ritmo de vida en el cual priorizamos objetivos frente a otras personas; priorizamos todo antes que a nosotros mismos o a nuestra propia salud.
Como vemos, hay muchas cosas que condicionan e implican estos problemas; pero el perfeccionismo es uno de los pilares que nos minan la moral y nos hace vulnerables. Se nos olvida que el ser humano es imperfecto por naturaleza. Todos cometemos errores, nos equivocamos y lo seguiremos haciendo siempre. Pero si nos culpamos por algo que, por otra parte, es inevitable, entonces perdemos la oportunidad de aprender que sólo nos proporcionan esos fallos que tanto nos desagradan.

María Jesús Adán Meléndez

Psicóloga del Centro Psicológico Adán
centro@psicoadan.com
http://www.psicoadan.com

Espejito, espejito...¿Cómo me ven?


¿ Somos como nosotros nos vemos o como los demás nos ven? Parecería que para saberlo sólo hace falta un espejo. Pero en la mayoría de los casos no es así. Por exceso o por falta de autoestima, por hábito o por prejuicio, la imagen que tenemos de nosotros mismos no siempre coincide con la que registran los demás. Muchas veces lo que consideramos una imperfección es reconocida por el que nos observa como uno de nuestros puntos fuertes, o lo que más nos gusta de nosotros mismos pasa totalmente inadvertido. ¿Cómo conocer sin distorsiones lo que registra la mirada ajena? ¿Cómo abandonar nuestros prejuicios con respecto a nuestra propia imagen? ¿Qué nos conviene destacar y qué detalles sería mejor no enfatizar? ¿Como elegir el corte de pelo, el color y la ropa que mejor nos definen, que mejor se adaptan a nuestra personalidad, a nuestra manera de movernos, al trabajo que hacemos, a los lugares que frecuentamos? Para encontrar las respuestas, un nuevo profesional entra en juego: el asesor o la asesora de imagen. La Asesoría de Estilo e Imagen Personal nace en Francia y se extiende a Estados Unidos durante los años 60. Se basa en la capacidad de seducción de la imagen que una persona transmite en tanto unidad cuerpo-mente-espíritu. Hay estudios que demuestran que la primera impresión que causamos está compuesta por:

55 % corresponde al lenguaje corporal
38 % a la voz
7 % a la comunicación verbal.

Como se ve, la apariencia física y el estilo corporal aventajan ampliamente a la palabra. Incluso a los matices de la voz.
El asesor lo sabe. Está especialmente entrenado para detectar errores de percepción –si los hay- y confirmar los aciertos en nuestra manera de mirarnos y de mostrarnos.
Es una mirada externa profesional, avalada por una importante experiencia que abarca diferentes campos: desde la moda (indumentaria, maquillaje, peinado) hasta la psicología y las técnicas corporales.
Una mirada que no solamente puede proponernos mínimos o grandes cambios en nuestra habitual manera de presentarnos, sino ayudarnos a definir y crear algo fundamental: nuestro propio estilo. Simple o fantasioso, muy estudiado o decontractée, fresco o de alta temperatura...pero el nuestro, el que mejor nos define, el que nos hace únicos y diferentes.
Estilo. Color, línea, perfume, textura de las telas, diseño, maneras personales y exclusivas de combinar lo que todo el mundo usa, expresión sensorial de lo que realmente somos. Desde luego, ningún título ni curriculum puede asegurar una eficaz interacción entre el asesor y el cliente: pero desde la primera entrevista se percibe si hay o no un buen feeling.

Esta nueva profesión, la Asesoría de Imagen, está presente en muchas agendas de excelente nivel. Y los resultados parecen confirmar su importancia. En una época de grandes y veloces cambios, época en que el mercado internacional lo unifica todo, es importante que no haya contradicciones entre ser y parecer. Y que desde la primera mirada un estilo propio nos distinga y nos exprese.

Soy o quiero ser?


Hombres y mujeres de cualquier edad, todos compartimos un don especial: la capacidad de comunicarnos.

Todo acto humano tiene valor de mensaje porque comunicar es compartir símbolos. Hemos creado símbolos verbales como el idioma y símbolos no verbales como la luz roja del semáforo. Cada cultura ha ido desarrollando sus propios códigos, algunos más universales que otros.
Pero más allá de las etnias, de las razas y de los pueblos comunicamos con cada gesto, cada mirada, cada sonrisa, cada silencio. Con nuestra manera de vestirnos y desvestirnos, de caminar o de quedarnos quietos. Comunicamos cuando cocinamos o hacemos dieta, cuando escalamos el Himalaya o nos sentamos frente al televisor, cuando pintamos un cuadro o sacamos a pasear al perro. Cuando trabajamos, enseñamos, aprendemos, tomamos el colectivo o subimos a un taxi, cuando amamos y cuando odiamos, cuando somos felices o infelices. En definitiva: cuando vivimos. Y permanentemente, de manera inconsciente, informamos al otro de nuestros estados de ánimo, nuestra particular manera de encarar la realidad, a través del lenguaje corporal y la imagen personal.
Este tipo de comunicación no verbal tiene una cualidad: es veraz porque está basada en nuestras emociones y sentimientos. Y es difícil de trampear. El que nos mira no necesita ser un experto en su lectura. Intuitivamente recibe un mensaje de armonía o incoherencia.
Caminemos por la calle de cualquier ciudad. Y observemos. Allá va un señor en el filo de los sesenta, algo encorvado, que se desplaza a pasos rápidos y cortos con mirada ausente. Maletín en mano, vestido en una gama de grises indefinidos, calcetines que no combinan con nada. Tiene un aire de mal disimulado agobio. De pronto, vuelve a la realidad que lo circunda: una mujer atractiva se le cruza en dirección opuesta. Y, casi milagrosamente, el vientre del hombre se achata, su espalda se endereza y todo él adopta un aire de soy el dueño del mundo, todo un triunfador. Bravo!! Ha sido un buen ejercicio muscular aunque mal pagado: sólo recibe un gesto desdeñoso y oblicuo. Por qué el desencuentro? El señor en cuestión no es ni tan viejo ni tan feo y la señora ni tan joven ni tan bonita. Ambos parecen pertenecer a la misma clase social. Pero ella lo ve, lo cataloga con rapidez y lo desecha como “no veraz”. Y tiene razón. Un poco más lejos, una adolescente muy a la moda, con unas sandalias de tacos muy altos, sale de una reconocida boutique. Está bien vestida, bien peinada y ha combinado con buen criterio los accesorios en un look casual (todos sabemos el trabajo y las horas de elucubración que hay detrás de esto). Cuando comienza a caminar hay algo que no encuadra: le cuesta mantenerse firme y descontractée desde esa altura. Y su estudiada imagen se desmorona en mil pedacitos. En ambos casos el diagnóstico es falta de coherencia entre el yo soy y el mensaje que se emite (el quiero ser). En algún momento, todos hemos pasado por situaciones donde no hemos podido expresarnos verbalmente con clara sinceridad. Pero hay algo cierto: sin ninguna duda, nuestro lenguaje corporal sí lo ha hecho. Y si esto no nos tranquiliza, comencemos a observarnos como totalidad (psiquis, emoción, cuerpo físico) y a construir nuestra imagen en función de lo que realmente somos. La ganancia es segura.

Perfección > Armonía


Lo saben los grandes creadores de arte. Fué una verdad indiscutible en las más grandes culturas de la humanidad: la perfección y la armonía, muy lejos de ser sinónimos, son conceptos diferentes, que marcan una visión y una forma de vida contrapuesta. Una máquina debe ser perfecta porque no necesita ni depende de su caudal expresivo. Pero un animal o un ser humano, para ser realmente bellos, deben ser armónicos. Conocer y valorar esta diferencia modifica nuestra conducta, nuestras elecciones personales, nuestra entera manera de vivir: modifica, básicamente, el concepto que tenemos de nosotros mismos. De la implacable búsqueda de perfección física surgen modelos obsesivos que demuestran, muchas veces, carencia de autoestima. Del concepto de armonía, por el contrario, nacen las invalorables diferencias que hacen de cada persona un ejemplar único y diferenciado.

Cada época y cultura ha privilegiado distintas cualidades corporales según el modelo estético vigente. Pero se ha tratado de características compatibles con la función biológica, en tanto que la autoexigencia de perfección, que hoy se considera requisito imprescindible para la belleza, es humanamente antifuncional. En principio, porque este estereotipo se basa en una condición sine qua non: la juventud biológica eterna. No basta con parecer joven, hay que serlo. Junto a este límite aparece la necesidad de delgadez extrema que, ya lo sabemos, es incompatible con la salud física. La difusión por los medios de comunicación de este canon de belleza, lo transformaron en una aspiración masiva que ha causado estragos en la autoestima de un público, especialmente femenino, de edades divergentes.

La firma Dove realizó una encuesta a nivel mundial. Su objetivo fue estudiar la relación de las mujeres actuales con los conceptos de belleza, bienestar, felicidad y autoestima. El sondeo fue aplicado a 3.200 mujeres, entre 18 y 64 años, pertenecientes a diez países del mundo (Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Italia, Francia, Portugal, Países Bajos, Brasil, Argentina y Japón). De todas las mujeres encuestadas, sólo el 2% dijo sentirse bella. La idea subyacente que predominó es que las mujeres hermosas tienen el éxito asegurado. Susan Sontag escribió que envejecer es más doloroso para las mujeres. La actividad principal de los hombres ha consistido en hacer mientras que las mujeres han puesto mayor énfasis en parecer por lo que las exigencias hacia su imagen personal determina su autoestima en mayor proporción que en el sector masculino. Durante siglos la mujer estuvo marginada de ciertas áreas públicas y sociales. Y aún hoy sienten que son valoradas más por su aspecto que por su intelecto. Dentro de este esquema, el cuerpo es un instrumento de seducción que da poder frente al mundo masculino y la sociedad en general.

Sin embargo, el cambio ya se está produciendo. Lo vemos por las calles bajo la forma de grandes afiches; lo leemos en algunos titulares de los periódicos; en el interés de ciertos sectores de la industria. Pero esta “nueva” concepción de belleza, desde una perspectiva integral que incluye mente y cuerpo, no es tan reciente. Para analizarla hay que remontarse 3000 años a.c. Los griegos de la antiguedad clásica creían que la proporción del cuerpo humano era sinónimo de salud y belleza. Se basaban en la razón aúrea que se puede sintetizar como la proporción adecuada entre el ancho y el alto. Cuando existe, crea la sensación de armonía. Esta divina proporción aparece en todo el cosmos, desde los astros hasta las nervaduras de una hoja. Fue sintetizada en una fórmula trigonométrica y el hombre la aplicó en música, arquitectura, pintura, diseño. El resultado es siempre el mismo: vemos naturalmente hermoso aquello que respeta la armonía de las proporciones. Pero la armonía va más allá. Cuando nuestro mundo interior es suficientemente rico y tiene centro, esto se percibe en el cuerpo físico. Mens sanae in corpori sano es la ecuación más exacta de la belleza.

domingo, 30 de septiembre de 2007

Códigos para una nueva primavera









Cada temporada la moda del prét- à- porter impone sus códigos.

A mi modo de ver, las innovaciones de esta primavera no son realmente creativas sino que el “aggiornamiento” es de rigor. Con la mirada en el pasado, volvemos a re-editar los estampados de Pucci; los vestidos globos, esta vez convertidos en prendas sueltas y con caída; los shorts de los '70.
Como contrapartida, se enfatiza la propensión hacia lo andrógino, muy evidente en las pasarelas de moda masculina. Esta tendencia tiene su lectura en los cambios sociales que nos toca vivir. Y si bien no ha llegado, todavía, a su versión más absoluta, poco a poco comienza a ganar terreno.

Pero, más allá del análisis, qué vamos a encontrar en las calles de cualquier ciudad del mundo, en sus boutiques y grandes tiendas?

Esta primavera el abanico de colores se abre hacia el amarillo, clave y predominante. Un amarillo ácido y luminoso ideal para pieles bronceadas. Y otra vez el rojo. Rojo puro y fuerte sin llegar a su versión más agresiva.

En contraste, el blanco continúa. En camisas para usar sobre trajes de baño, como vestidos o superpuestas a shorts y remeras. Blancas, muy largas y con volumen.

Y luego están los colores pasteles dibujándose en líneas románticas o urbanas. Y no olvidar el plateado. Plata en vestidos de noche, en brazaletes y aros hasta llegar al calzado. Plata entrelazada en motivos étnicos, plata opaca o brillante para las diferentes horas del día.
En estampados, Pucci vuelve a ser moda. Y el animal print llega a los trajes de baño.
La vedette? Los shorts...que este verano serán de rigor. En diferentes texturas, colores y largos. Siguiendo la línea globo o rectos y cortos. Y vuelven los enterizos en telas no rígidas.
Los vestidos se acortan mucho o se alargan hasta el tobillo. Bajo sobretodos o sobre leggins. Vestidos mateaux, románticos, años '50 o futuristas.
Trench y gabardinas se despliegan en todas sus versiones, del clasicismo a la innovación.
Y el deporte sale a la calle, a toda hora, mimetizándose en cualquier prenda: las franjas en el ruedo incluso para los vestidos más lujosos, cuellos morley haciendo juego con los puños de las chaquetas cazadoras, viseras trabajadas para la noche.

Todo esto va encabezado por turbantes, bandeaux y sombreros. Algunos con un dejo Chanel, otros muy años '50. Y termina en sandalias de altas (a veces muy, muy altas) plataformas.
La shopping bag (bolso de gran tamaño) pasa por su mejor momento: hasta Vuitton le ha cedido un puesto de honor. Y las fajas y cinturones continúan en todas sus versiones.

Dentro de este panorama hay que saber elegir. La elección es la clave del estilo. Y éste, ya se sabe, no se comparte con nadie.


Las Cañitas: entre imagen y estilo












En otra época fue zona de studs, casas bajas, conventillos y cañaverales. En las tardecitas de verano las sillas en la vereda y el mate eran de rigor.

Hoy, alrededor del campo de polo, los lofts y restaurantes de moda dibujan otra imagen de uno de los barrios más cotizados de Buenos Aires. Los Happy Hours y la comida temática se entremezclan con hoteles boutiques y tiendas de ropa.

Del ayer sólo queda la murga y la costumbre de despedir el Año Viejo con la simbólica quema de un muñeco sobre el Boulevard Chenault.

Entre sus habitantes (periodistas, actores, las conocidas caras de la TV y -por qué no?- algún político fashion) está Claudia Abal dedicada, desde hace años, al asesoramiento en el mundo del estilo y la imagen.

M: Claudia, podrías definir la importancia de la Imagen Personal ?

CA: Todas las épocas crean nuevos paradigmas. En el mundo actual, en plena globalización, la imagen personal comienza a tomar una enorme relevancia dentro y fuera del ámbito empresario. Por qué? Porque Imagen es comunicación. Se han hecho estudios serios sobre comunicación que demuestran que el 55% de su lectura se basa en el lenguaje corporal que incluye la imagen. Ya ves: es más importante que la palabra o la paralingüística.

M: Entonces, no se limita simplemente a saber vestirse...

CA: Claro que no. Es algo más que elegir la indumentaria apropiada o utilizar los modales correctos en una situación determinada. Alguien lo definió como saber ser y saber estar. Estoy de acuerdo con esta frase porque antes que nada, somos. El paso siguiente es el aprender a estar de manera coherente y armoniosa con aquello que somos y poder expresarlo en nuestra imagen personal. Cada individuo es único y diferenciado. A su personalidad, su manera de accionar en la realidad y de pararse frente a ella, la llamamos estilo. El estilo se va conformando a través de experiencias de vida y no se puede, ni se debe, separar del lenguaje corporal y, por extensión, de la imagen corporal. Por lo tanto su base es netamente emocional y subjetiva. Está ligado a la autoestima y a la autoimagen.

M: No creés que los prototipos actuales de belleza física no siempre dejan bien parada nuestra autoestima?

CA: Todas las épocas y todas las sociedades han creado modelos de belleza. El peligro del prototipo actual es su escisión con las reglas del cuerpo biológico. Con esto quiero decir que priorizar una juventud eterna o una delgadez extrema terminan en conocidos problemas de salud como la anorexia o la bulimia, por ejemplo. O la sensación de inadecuación que sienten las personas a partir de cierta edad y que condiciona su autoimagen. Sin embargo, más allá de los estereotipos, el ojo humano sigue percibiendo la armonía de las proporciones físicas como belleza. Personalmente, baso mis asesorías en enseñarle al otro la manera de lograr esta armonía.

M: En qué se diferencia la Imagen Personal social y la empresarial?

CA: Imagen significa retrato. Es una especie de fotografía mental que nos hacemos del otro (de quién es el otro) partiendo de su lenguaje corporal. Lo vemos utilizar el espacio de una manera determinada, reirse, gesticular, vestirse. Escuchamos una voz que modula y tiene una resonancia específica; apreciamos su cortesía y educación, etc. etc. No lo dividimos en compartimentos cerrados: lo percibimos como totalidad. Y debería haber coherencia entre este Yo y su imagen exterior. A nivel negocios, la imagen personal está ligada a la identidad corporativa de una empresa. El perfil del profesional debe corresponder al de la entidad en todos sus aspectos, incluida la imagen. Una de las claves del éxito está aquí.

Se parte del conocimiento interno que tiene el cliente de sí mismo y se le devuelve la imagen que proyecta ayudándolo a trabajar aquellos aspectos que más necesita. En resumen, el objetivo de toda asesoría en Imagen Personal es el de brindar a otros la capacidad de vivir en armonía con la propia imagen, reconocerse en el propio cuerpo.


Reportaje: palermonline.com.ar

Aprendiendo a ver

He quedado con una amiga en almorzar juntas en un restaurante. Cuando entro, me cruzo con una mujer y me divierte ver como su mirada va, rápidamente, desde mi cabeza a mis pies y otra vez a mi cabeza. Típico, me digo. Es que las mujeres tenemos ojos certeros: en el tiempo que dura un parpadeo ya hemos calibrado cada detalle de lo que lleva puesto el otro, cómo se peina, qué edad tiene, qué hay de coherente o incongruente en su imagen.
La mirada merece una atención especial.
Las hay de todo tipo: generosas o competitivas, que nos visten o nos desvisten, que nos seducen o ponen en pie de guerra, neutrales , impávidas, temerosas, arrebatadoras. En general, la de los hombres corresponde a lo que clasifico como “mirada globalizante”. Hacen mayor hincapié en la totalidad aunque su ojos tiendan a focalizarse en determinadas zonas, iconos del fetichismo masculino. Ellos saben, muchas veces inconscientemente, que la seducción pasa por la armonía.
Armonía en nuestra manera de movernos y de hablar, de utilizar la indumentaria como una expresión de lo que somos. En general, las mujeres no estamos tan seguras de esto. Y no siempre miramos para evaluar posibles competencias. La mayor parte de las veces lo hacemos para corroborar aciertos o desaciertos... en nosotras mismas! Usamos la “mirada comparativa”.
De hecho, la mirada es comunicación. Y la finalidad de toda comunicación es reducir el grado de incertidumbre que se nos pueda plantear al accionar en la realidad.

En mi profesión, como asesora de Imagen Personal, es necesario tener una idea inmediata de quién es el otro. Hay que saber escuchar y observar sin juicios previos.
Cuando hablo de observar la primer imagen que se me presenta es la de un niño pequeño todavía no condicionado, no totalmente, por la sociedad o por su familia. Los niños ven. Miran un árbol y ven ese árbol con todas sus cualidades específicas más allá de la especie a la que pertenezca: sus hojas, sus habitantes, su color, su tamaño, los dibujos entrelazados de sus ramas.
Recuerdo a mi hija cuando tenía dos años. Se acuclillaba a mirar una hoja caída o una flor detenidamente. Y veía más que yo, que pasaba de largo diciendo -Si, una hoja seca- o -Eso es una rosa-. Y entre hoja seca y rosa todavía me quedaban compartimentos para seguir encasillando. Sin embargo, la visión de mi hija abarcaba mucho más que la mía.

Y de eso se trata el saber observar: poder abarcar al otro como totalidad. Seamos conscientes de que no existen dos personas iguales. Cada uno de nosotros tiene una imagen corporal propia (más allá de que la moda nos quiera colocar a todos en un mismo molde), diferente forma de procesar las emociones, de encarar la realidad y, por lo tanto, una experiencia de vida que es única y particular.
El asesor debe saber leer las cualidades del Yo Soy de la persona que viene a verlo. No se puede descubrir el estilo del otro sin saber quién es. Es más: no se pueden adaptar las tendencias de la moda de la indumentaria a un cuerpo físico específico sin conocer, por lo menos, un atisbo de su alma.
La elegancia y, en definitiva, la belleza no son otra cosa que armonía. Y si la armonía tiene forma también tiene contenido.
En la formación de asesores de Imagen Personal esta es la parte más díficil de trasmitir. Un asesor debe tener nociones básicas de psicología y estar dotado para utilizarlas con precaución pero también debe conocer sobre moda, sus accesorios y sobre todo aquello que conforme la imagen corporal. Sin embargo, si logramos VER hemos allanado la mitad del camino y hemos crecido en nuestro desarrollo personal.